jueves, 1 de mayo de 2008

¿DE QUÉ LLENO LA MALETA?


Serà un viatge emocionant,

Un moment i gens més.

I en un salt... ja està!

Bye, bye, darling...

Goodbye!
(De la película Salvador Puig Antich)

Así llevo varios días, observando la maleta. Cruzada de piernas y brazos, dejando pasar el maldito tiempo a ver si me deja cruzar la línea del "un pie aquí y otro acullá". Pues eso ¿qué meto? Buff, canciones, recuerdos, pensamientos varios, sonrisas, olores, palabras, miles de esas cosas rondan por mi cabeza en un torbellino desenfrenado que no tiene fin.
La vida de nuevo me cogió de imprevisto y me dio otra vuelta. Por jugar a la aventura, al no querer previsibilidad y estancamiento, me ha dao tres tazas.
Estoy en Dublín y estoy en España. Recogiendo mis retazos de aquí sin saber cómo colocarlos allí. Al fin y al cabo, tampoco es que dejara una página en blanco antes de venirme. Pero claro, las cosas no son nunca más lo que fueron, sobretodo cuando es uno mismo quien cambia. Veremos que llega.
Tengo mil fotos preciosas y significativas, de lugares y de personas entrañables e importantes de esta vida que escrito en esta isla. Pero como es imposible ponerlas todas, pongo mi moqueta. Siempre se dice aquello de: "si las paredes hablasen...".
En este caso diré: "si la moqueta hablase..."
Ella se ha impregnado de todas las cosas que quisiera llevar en mi maleta: contiene todas y cada una de las huellas de los zapatos de las personas que han pasado por mi vida en estos últimos 8 meses, en esta aventura inigualable. Tiene el eco de los sonidos babelianos de todos los idiomas y dialectos que han zumbado en mis oídos. Tiene los restos de comida de todas las procedencias: Argentina, Brasil, Polonia, India, Nepal, Japón, Francia, Italia, Tahilandia, España...y todos sus aromas. Todavía guarda el vibrar de risas y más risas, pedos, bromas, ironías, borracheras...
Ha absorbido miles de líquidos diferentes: alcohólicos, no alcohólicos, corporales, extracorporales...
En ella se han derramado más de diez tipos de lágrimas, en muchos y diferentes llantos. En ella ha habido confidencias, reproches, reconciliaciones, insultos, esperanzas, sueños, infidelidades, desoladoras revelaciones.
En ella he recuperado almas que creía perdidas, perdí otras que creí eternas.
Ella sabe de cada uno de mis estados de ánimo en estos largos meses de frío, y sólo por el sonido y peso de mis pasos: alegres y de estreno los primeros días donde todo era nuevo; confusos, nerviosos y frustrados por las barreras del idioma y la economía. Otras veces, taciturnos, acostumbrados a lo cotidiano del día a día. Carreras los días de fiesta que terminaban con pasos de bailes de salón. Ahora, presiente que me estoy yendo, pues mis pasos son silenciosos y leves, como si mi cuerpo solo contuviese mi cuerpo y mi gravidez también fuera la mitad.
Estos días de silencio, comparto con ella mis últimos instantes de todo. Mis últimos capítulos de embrujadas en inglés. Mis tazas de té o café a la hora de los encuentros con Soraya. Mis últimos humos en esa terraza congelada. Mis últimas oportunidades de descubrir más rincones de Dublín y sus maravillas. Por ejemplo, ayer, disfrutamos de una increíble cena India de un cuchitril por el que pasaba todos los días, de camino a casa. Namaste India. De hecho está a un minuto de mi casa. Nunca hasta que percibí que sería la última oportunidad de probarla y que quizá me estuviera perdiendo algo, me había planteado ir. Y es la comida india más famosa de toda Dublín, lo reafirmo. Maldita la lucidez que nos otorga la cercanía de la pérdida o del adiós.
Con estos pensamientos voy dejando pasar grano a grano de arena hasta que llegue el momento.
El Gran salto, otro Viaje Emocionante...
Guardo pues esta moqueta en mi hipotética maleta de recuerdos; quién sabe qué les depara a estos pies el mañana.
Bye, bye, Dublín...
Goodbye!