jueves, 21 de agosto de 2008

Mujer

Esa noche las chicharras no cesaban en su continuo canto titilante. Anunciaban una madrugada tan sofocante como la tarde que ya cayó. La maldita gasa del vestido se me pegaba a las canillas como palitos de dientes que poseía en aquel entonces. Corría tras mis hermanas casi sin aliento intentando llegar la primera al viejo reanult 124 de mi padre. Estábamos extasiadas con la promesa de la feria: luces, música, bailar sevillanas, cacharritos, juntarnos con "lasprimasdemadrid", comer codornices y quien sabe, quizá hasta nos dejaran beber cocacola.
Las prioridades infantiles prevalecían por aquel entonces a cualquier percance o situación violenta que pudiera sucederse, por ello, en la mente todo se quedó grabado como una película de aventuras, donde los desaires personales eran tonterías de mayores que se veían tan simples, escuajosas...
Aquel día debió ser de cambio de viento. Supongo que paró el poniente para dar paso al levante y por eso aquella calor, aquella noche espléndida y estrellada aun a comienzos de septiembre.
Olía a feria. A caballos, arena, fino y perfumes que emanaban los cuerpos sudorosos. Después de una noche completa y feliz, nos "recogemos que mañana hay que trabahá". La boca de mi madre abierta en una gran sonrisa. Y la cintura bordeada por el brazo de mi padre. Yo les miraba de soslayo y me reía.
De repente, una sarta de improperios me hicieron girar a la izquierda. Bastarda, hija de la gran...Allí, en la esquina de un puesto cerrado de apuestas de camellos se alzaba un hombre, un gigante soez y torpe que atropellaba y aturullaba a una mujer de unos treinta años, morena, con la boca casi tan bonita como la de mi madre, pero menos sonriente. La sujetaba de las muñecas tan fuerte que yo imaginaba su pulso, su sangre bombeante por las venas exaltadas de sus brazos. Cómo se puede sé tan zorra y humillarme; lo que quiere e amargarme la noshe, no? Escupía, maldecía y alzaba más y más la voz. Su cabeza de gallo erguida, atraía todas las miradas y él se enaltecía, se hacía más macho y más hombre cuanto menos mujer y persona se sentía ella, que era ya casi una madeja rota de lágrimas y ayes, una sombra en el suelo sujeta por un brazo avasallador. Y cuando vi que llegaba el golpe final, la mano alzada cortando el aire opresor haciendo sombra en los labios temblorosos de esa mujer, mi padre me retiró de la escena. Me agarró y susurró: vamos, no mires, sigue palante. Claro, él lo hizo en su afán protector, sin pensar en la trascendencia de sus palabras.

Para ser honesta, no sé si esto que cuento sucedió en realidad o no. Puede que no pasara nunca en mi infancia. O puede que pasara tantas veces... Si que sucedió hace dos días, en la feria de Málaga, sólo que él podría tener unos veintipocos años y ella era rubia. Pero al igual que antaño seguimos sin mirar, girando la cara ante la violencia, "seguir palante quedándonos atrás, siempre nosotras".
Acaso la normalidad del hecho hagan incluso mediocre este texto. Así de cruel es la historia.

viernes, 1 de agosto de 2008

RESILIENCIA

La resiliencia es una de esas palabras que conoces por causalidad. Yo lo hice en el momento exacto para entender mi estado recién estrenado. Resiliencia es un término variante de un concepto antiguo, quizás el más antiguo, el que hizo que hoy estemos donde estamos, y que seamos lo que somos. La supervivencia.
Leí que resiliencia en términos psicológicos es "la capacidad de los sujetos para sobreponerse a tragedias o períodos de dolor emocional. Cuando un sujeto o grupo humano es capaz de hacerlo, se dice que tiene resiliencia adecuada, y puede sobreponer a contratiempos o, incluso, resultar fortalecido por los mismos".


Es un término bello, resiliencia: resistencia e inteligencia, la manera de resistir los golpes y superarlos con inteligencia. Vivir es una aventura increíblemente jodida y ambigüa, pues para saber apreciar realmente lo bueno también hay que paladear lo malo. Pero el hecho de hacerlo sin quedar parapetado por siempre en un halo de tragedia o tristeza perenne es algo más que un simple acto de supervivencia. Tratar de seguir respirando, comiendo, durmiendo...es algo sencillo, teniendo en cuenta que lo llevamos registrado en nuestro código biológico. Pero el cómo hacerlo, es algo muy diferente.

En el ámbito de la física, resiliencia es una magnitud que cuantifica la cantidad de energía, que absorbe un material al romperse bajo la acción de un impacto, por unidad de superficie de rotura. Se diferencia de la tenacidad en que ésta cuantifica la cantidad de energía absorbida por unidad de superficie de rotura bajo la acción de un esfuerzo progresivo, y no de un impacto. De esta forma todavía más gráfica podemos entender lo que es un ser resilente. Aquel o aquella persona que sin esperarlo recibe un golpe brutal del que acaba sobreponiéndose haciéndole incluso más fuerte. De ahí, supongo, viene esa famosa frase, que jode cuando estamos mal y que todos nos dicen porque al fin y al cabo es cierta: lo que no te mata, te hace más fuerte.

Pues a eso vamos, a homenajear a todos aquellos invencibles que luchan por ser seres resilentes.


Un abrazo enorme a mi princesa, a mi gorda, a mi gordo, a esa loca que trata de vivir pasito a paso...y a todos aquellos que intentan ver los colores que están por venir.