domingo, 23 de noviembre de 2008

El rey Abeja y su país de las Maravillas

Alicia empezó a aburrirse. Estaba sentada en el declive de terreno que conducía hasta la pradera y lanzó dos o tres ojeadas hacia el libro que su hermana leía atentamente.
<<¡Santo cielo!>>-pensó-. ¿Cómo se puede alguien interesar por un libro que no tiene ni una sola imagen?
En verdad que el libro de su hermana parecía muy aburrido. Pero la muchacha estaba tan ensimismada leyendo, que incluso Alicia creyó que se había olvidado completamente de ella. Si se fuera a casa ni se daría cuenta-pensó. Pero no se marchó. Permaneció allí, quieta. Entornó los ojos y respiró profundamente. <<¡Hace calor!>> murmuró.
<<¡Sí!>> replicó su hermana distraídamente.
Alicia lamentó que ni una sola brizna de aire viniera a endulzar aquella calurosa tarde de verano. ¿Qué podía hacer para distraerse? Los párpados le pesaban. Se inclinó sobre el regazo de su hermana y cerró los ojos. Oyó el zumbido de una mosca y entreabrió los párpados. Y fue entonces, precisamente entonces cuando Alicia tuvo aquella extraña visión...
[Lewis Carroll]

Empujó la pesada puerta negra con la inercia de todo su cuerpo. Y se vio embebida de toda aquella mezcolanza de humos, luces e imágenes interpuestas en las que iban apareciendo todo tipo de personas sumidas en su propia lujuria, desinhibición y obsesiones. Al menos iba acompañada de sus amigas para no sentirse tan fuera de lugar. Al fin y al cabo, ella también necesitaba liarse la manta a la cabeza al menos por unos instantes. Poco tiempo después aparecieron ellos. Aunque parecían también un poco desubicados en ese lugar.
-¿Sabeis que mi amigo es brujo?- dijo uno de ellos.
-¿Ah, sí?- respondimos casi al mismo tiempo, entre ironía y dejadez.
-Sí, lo es. Y va a adivinar tu horóscopo- volvió a espetarnos señalando a Silvia, nuestra loca y guapa funambulista, que llegaba de nuevo a la ciudad después que la vida le diera un par de vueltas de campana de esas que ni ella podía controlar.
-Está bien- aceptó ella.
Y de pronto, un tipo con ojillos de conejo blanco lo consiguió. Adivinó su horóscopo y el de cada una de nosotras, además de regalarnos con un par de percepciones (que no adivinaciones) acerca de nuestros roles como amigas y nuestra relación. Mientras la historia sucedía entre Silvia y el brujo, Alicia reparó en algo.
¿Porqué y con qué motivo se paran los relojes en determinados momentos? No es que los pájaros se queden congelados en su batir de alas, ni que el mar deje de romper en olas. No es que el mundo y las personas dejen lo que están haciendo y el Tiempo quede literalmente congelado. Pero lo cierto es que hay un extraordinario momento en que las cosas y personas y todo lo que está alrededor pasa a un segundo plano, se vuelve borroso y de repente caes en la certeza de algo que antes no habías percibido: unos ojos, una sonrisa, un leve movimiento de cabeza...Quizá haya estado ahí todo ese tiempo, y quizá haya habido cientos y una miradas como esas pero sólo las que consiguen que sientas ese ralentí y un pequeño temblor de tierra sólo y exclusivamente bajo tus pies son las que significan algo (o podrían significarlo).
Esos ojos negros (como la canción) se acercaron a Alicia. Junto a ellos venía una sonrisa alrededor de una barba negra y misteriosa, como de visir. Y eso es lo que dijo.
-Tú amigo es brujo, y entonces, ¿tú qué eres?- se adelantó Alicia, sintiendo aún el movimiento sísmico recorriéndole.
-Emperador- contestó de manera majestuosa y delicada.
La ocurrencia resonó en sus oídos incentivando aún más el temblor. Toda ella era un flan de miedo y placer.
-¿Y tú?-continuó él.
-Yo soy Nut, la diosa egipcia- se le ocurrió contestar a Alicia.
Tras ese encuentro, vino otro en el que Alicia fue desvelando el maravilloso país del Emperador, que le hablaba de "saltarse todas las barreras". En cierta ocasión, ella se asustó con una abeja a la que pensó propinar un severo manotazo. Y él, sujetó sus manos y atrapó al insecto suavemente. Alicia, entonces, reparó en las picaduras alrededor de sus dedos. Al preguntar, el Emperador y, ahora, rey Abeja le explicó el prodigioso fenómeno de la apiterapia. Además de adorarse a estos seres y sentir un profundo y sincero respeto por las mujeres, en su maravilloso país existían besos de sal y chocolate, abrazos mojados y también protectores, y un sinfín de promesas de aventuras sin ataduras ni restricciones. El Emperador le invitó a ser una ciudadana libre de ese país, sin compromisos. Pero Alicia no era tan valiente ni estaba aún preparada para abandonar su pasado y sumergirse en ese país y en esos ojos...
Justo antes de salir huyendo para no firmar el acta de ciudadanía ocurrió que Alicia oyó que alguien, con voz dulce, pronunciaba su nombre.
-¡Alicia!
Alicia abrió los ojos.
-¿Qué ha pasado? ¿y las abejas? ¿los besos de chocolate?- preguntó incrédula.
-¿Qué abejas? Mira Alicia, lo que ha pasado es que te has dormido y todo eso de lo que hablas debe haber participado de tu sueño.
-Entonces- se extrañó Alicia- ¿todas mis maravillosas aventuras no han sido más que un sueño?
-Probablemente.
-Pues ha sido extraordinario.
[Lewis Carroll]

Este escrito se debe y pertenece a aquel Emperador que apareció justo cuando yo no podía pero que me dejó estos sueños y recuerdos, que no es poco. Y al que debo una soberana disculpa.
Y a mis dos juanes que se han reído poco con: -La gloria, ¡ Uhh! . Perteneciante a la misma época, jejeje.
Besos (de sal, chocolate, marsmallows o lo que queráis!!)

martes, 4 de noviembre de 2008

Las 7 diferencias

Una mano regordeta aprieta el lápiz plastidecor y hace círculos rojos en aquellas canicas de color diferente encerradas en los grupos dibujados en su ficha. Rodea aquellos que son diferentes, se titula el ejercicio. Después tiene que colorear y encontrar diferencias en dos dibujos aparentemente iguales.
Es fácil encontrar y hacer diferencias ¿no? Pero ¿podríamos encontrar similitudes entre dos imágenes complemente opuestas, entre conceptos, objetos o símbolos totalmente contrarios en la tradición y cultura?
La infancia es el momento en que nos comienzan a establecer los preceptos entre el bien y el mal, lo salado de lo dulce, lo que se debe hacer y lo que no, lo egoista de lo generoso. Siempre se establecen las contradicciones, pero claro, llega un momento en que te toca hacerlo a tí y a veces se producen confusiones. La primera vez que vi a una mujer marriquí fue en Algeciras. Yo nací en Tarifa, pero ahí nunca se quedaba nadie y el boom de las pateras se produjo unos años después, durante mi adolescencia. En un pueblo pequeño no existe mucha diversidad social, por eso cuando fui a la calle ancha de Algeciras, con mi madre agarrando mi mano y tirando de mi paso, lento y corto, me sorprendí mirando a todas aquellas personas que vestían diferente y corrían, corrían, corrían. Pero no me sorprendí al ver a aquella mujer con la cabeza cubierta con un pañuelo y unos ojos negros, preciosos. La señalé y dije a mi madre:
-¡Mira, mamá, como la bisabuela!
Y así era. Mi bisabuela, mujer centenaria, vivió durante toda su vida con un pañuelo que cubría su cabeza y un pañuelo que guardaba en el pecho. Como ella, muchas mujeres españolas tenían esa tradición, como la de las boinas en los hombres. Curiosa similitud ¿no? Como esa, miles.
Por ejemplo, en la época de Mao la prevalecencia del interés social estuvo inspirada en el incentivo moral, los trabajadores y campesinos nunca trabajaban más por comisiones monetarias o incentivos económicos, aunque posteriormente la dirección del PCChino convertió el incentivo material como eje de su política consiguiendo cierta involución parcial hacia el individualismo. Pero volviendo al incentivo moral: una pegatina con un circulo rojo era más que suficiente para reconocer el mérito a una persona. Lo que no dista mucho de aquel incentivo moral de su antagónico EEUU, en el que hemos visto mil veces por seriales, lo que les gusta reconocer el mérito al trabajador de la semana con una foto colgada.
Conceptos similares en diferentes imágenes. Quizás, malversados y utilizados para fines para los que no se preveían como lo ha hecho la publicidad a lo largo de su existencia y desarrollo. Por ejemplo, los vaqueros, aquel símbolo de libertad, de rebeldía, de ruptura con lo tradicional y el conformismo que usaron jóvenes desde los 50. La rotura de éstos y la utilización de vaqueros gastados y descoloridos suponía un gran agravio para la industria de los jeans ya que alargaban la vida de éstos y paraban el consumismo desaforado. Por ello, decidieron "asemejarse" a ese concepto. "No os preocupéis" dijo la Publicidad de mano del Marketing: si quieren vaqueros rotos, los tendrán, pero saldrán de nuestras fábricas. Y los divulgaremos como un símbolo de frescura, de rebeldía, etc. Por lo que dos figuras antagónicas como la juventud rebelde y el sistema ante el que se rebelaban acabaron entrelazados en un intercambio económico llamado compra.
De esa forma, si pretendemos pasarnos la vida buscando diferencias, probablemente las encontraremos, pero probablemente nos toparemos mil veces antes con las similitudes, analogías, los pactos y acuerdos que la Historia ha permitido, o no ha podido evitar; porque al fin y al cabo somos un amalgama de miles y miles de átomos (personas, cosas, relaciones, animales y plantas, descomposiciones...) que vamos dando vueltas, agrupándonos y desagrupándonos y conformando este cuadro enorme no como aquel juego de las siete diferencias sino como los mosaicos de las primeras civilizaciones.
Entre tanta marabunta, no se os olvide vivir.

P.d. ¡Os he dejado siete diferencias en la imagen (u ocho si mis razones se cuentan por dos)! jejeje