
-Hello?
-¿Carolina? Tengo un trabajo para tí hoy.
-Perfect. I´ll be there.
Después de tratar de autosuicidarme con la almohada, mientras mi maldita estampa me decía "pues te jodes porque no hay más remedio", consigo levantarme, vestirme a toda prisa y ahí estoy, fluyendo entre la marabunta de caras desconocidas.
Encuentro el sitio a pesar de mi nefasta orientación. Entro. Es un edificio de oficinas financieras. Me colocan la identificación de turista después de explicarles a lo que vengo y la recepcionista con la mejor de sus intenciones me dice:
-Siéntate, honey ¿Sabes? Carolina es un bonito nombre. En un minuto bajará alguien de la cocina para llevarte ahí.
Una vez allí, me doy cuenta de que cada día es la misma rutina diferente, valga la contradicción. Los mismo rostros desconocidos, currando por el salario mínimo, por supuesto; la misma comida, los mismo clientes tan ocupados o cansados que ni siquiera tienen un segundo para pararse y darse cuenta que les estás sonriendo.
Y los mismos compañeros de trabajo, también rostros anónimos, y los mismo diálogos de cortesía:
-¿Cómo te llamas?
-Carolina
-Corolainn..a
-Carolina- insisto una vez más, pero ellos lo pasan por alto
-¿De dónde eres?
-España
Y ahí sí, cada uno escupe lo mucho o lo poco que le viene a la mente con esa palabra. O los pueblos o ciudades remotos donde algún primo o amigo estuvo.
-¿Y de dónde?
-De Cádiz.
-Eso está en Canarias ¿no?
Al final, acabas recabando datos minúsculos de otros países en los que jamás pensaste, o de los que no pudiste imaginar las caras de sus habitantes, tradiciones...Polonia, Hungría, Irán, Estonia, Rep. Checa, Rep. de Mauricio (¿quién vive allí, aparte de turistas?) Y aprendes unas pocas palabras con las que agradecer, saludar, insultar...lo típico.
Acabas haciéndote a toda esta rutina de tal forma que a veces no caes en la cuenta de lo extraordinario que hay en esas relaciones. Hasta que el dios de las pequeñas cosas surge en una de esas situaciones para ponerte los bellos de punta, adentrarte en la condición humana, viendo cosas que jamás sospechaste.
Me tocó en la parte de la comida caliente. Con Jana, una mujer polaca de unos 40 años. Tenía una cara dulce, pelo castaño, ojos color miel. Solo me miraba y sonreía. Y tenía una bonita sonrisa, a pesar del vello aparente en la comisura de los labios. Era dulce, a pesar de sus gestos bruscos y su acento fuerte. No paraba de decir una y otra vez: Is ok, no prroblem.
Hablamos poco:
-Mai inglish nou gud- me decía entre sonrisas.
-No te preocupes, estamos todos en el mismo barco.
A pesar de todo, y con unos diez o quince "okeis, no prroblem" por medio, conseguí saber desde cuando estaba aquí, si le gustaba, si añoraba a su familia, si estaba casada:
-Jusband-indicándome el anillo insistentemente-nain yiars.
-Ohhh- repliqué asombrada- Kids?
Pero nada pasó, así que volví a preguntar:
-Have you got children/kids?
De repente su sonrisa desapareció y toda la dulzura se tornó en infinita tristeza. Hizo un movimiento con ambos brazos, recorriendo lo que supuse era su cavidad uterina. Dibujó algo parecido a esto: ) (
Y continuó diciendo:
-His gon. Se fue.
Todo el dolor de su aborto expresado en un gesto y tres palabras.
-I´m sorry- murmuré sintiéndome estúpida.
Me sentí tan impotente y desubicada que solo me repetía por dentro, por dios que me diga otra vez is ok, no prroblem, is ok.
Pero no dijo nada.
Y el dios de las pequeñas cosas me dejó de nuevo con la piel erizada y un regusto de leche agria en la boca.
2 comentarios:
Si esque se diga lo que se diga como en España no se está en ningun sitio. De todas formas saca la parte positiva, la experiencia que estás viviendo y a la gente que estas conociendo , aunque esté de paso como tú, todas son experiencias enriquecedoras para tí así que aprovechalas. Un Beso
yo, esta vez, pasaré de soltar una parrafada filosófica y me limitaré a ponerle un subtítulo a tu entrada:
Historia de dos mujeres extrañas que extrañan.
Se te kiere, enana.
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