sábado, 16 de enero de 2010

2 ª ETAPA: CATARATAS



FOZ DO IGUAÇÚ


Llegamos después de 16 horas de traqueteo incesante a la ciudad de Foz do Iguaçú. Tenía aún calambres en las piernas. En mi mente abotargada se mezclaban las últimas imágenes de São Paulo con sus kilómetros de favelas, el olor de los bares de carrtera e Brasil (lanchonetes y otros) y un poco de desazón por no haberme despertado y despedido de mis companeras de asiento en el autobús que me ofrecieron conversación, ayuda y sonrisas durante el largo trayecto. Sudamérica es increíble para el contacto humano.


A través de la ventana del bus todo era verde brillante.

La preserncia tropical se hacía patente en la bastísima humedad del aire.

Foz es una ciudad más bien fea, de esas de las que sólo te apetece huir cuando todavía no has llegado.

Sin embargo, me dejó una experiencia buena, como todo en este viaje lleno de "causalidades", senales encadenadas, símbolos y buena suerte.

Conocimos a Pablo sentado cerca de la parada de bus que nos debía llevar a la frontera argentina. Asomaban unos rizos negros entre bultos de equipaje y fundas de instrumentos musicales.

Estaba leyendo algo de Huxley y al poco de llegar nosotras exhaustas con las mochilas y caras de novatas, se nos acercó a preguntar no sé que cosa. Sólo me di cuenta de la hilera de dientes blanquísimos sobre la piel tostada. Llevaba unos pantalones cortos y roídas zapatillas pisadas en el talón.

Pablo era catalán y tenía algo. Quizá la franqueza de su mirada, la hilera de perlas o la ternura que provocaba al contarnos sonriendo que llevaba 4 meses en Brasil y pensaba quedarse porque le encantaba. O cómo, rascándose las heridas de mosquitos, bromeaba consigo mismo diciendo que iba de autóctono sin serlo.

Acompanaba a un grupo de músicos trotamundos a los que se había pegado hasta Córdoba (Argentina) durante 22 horas de bus.

Es curioso cómo uno puede enamorarse en silencio y que sea fugaz e intenso como las vengalas de una noche de San Juan. La vengala de Pablo se consumió en un paso de fronteras y dejó una estela invisible en mí.



(Nota: este viaje no para de enamorarme: lugares, personas, historias, costumbres...)






No hay comentarios: